
El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercado por barandas bajísimas.

Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso el catálogo de catálogos ; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a una pocas leguas del hexágono en que nací.

Básteme, por ahora, repetir el dictamen:
La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible.

No hay. en la basta Biblioteca, dos volúmenes iguales.
[...]
Afirman los impíos que el disparate es normal en la Bilblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es casi milagrosa.

La Biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden. Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.